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Elecciones Perú: ¿Ganó la memoria?

Publicado: 2011-06-15

“La esperanza venció el miedo,” acertó un vocero de Gana Perú el día domingo [5 de junio] en la noche, luego de conocer los resultados preliminares de un proceso electoral reñida y contensiosa, en el cual Ollanta Humala derrotó a su contrincante Keiko Fujimori. Efectivamente, en la segunda vuelta electoral, más ciudadanos apostaron por la esperanza de qué con Ollanta Humala se podría lograr un Perú mejor, con más igualdad y menos injusticia, y perdió la campaña de miedo e intimidación que libró el fujimorismo, con el apoyo activo de buena parte de los medios de comunicación y algunos grupos de poder.

También se ha dicho que ganó la memoria. Sobre el miedo, también sobre la impunidad. Pero realmente ganó la memoria?

Decir que ganó la memoria supone que hay sólo una memoria, y que su opuesto es el olvido o la negación. Pero no es así, como los grandes teóricos de la memoria, desde Paul Ricoeur hasta Elizabeth Jelin, nos enseñan. En el Perú como en todas las sociedades existen muchas memorias, y los sujetos sociales que proponen una memoria u otra compiten entre sí para que su memoria tenga más aceptación social. En este sentido se habla de batallas de la memoria.

Más bien, se podría decir que una memoria prevaleció sobre otra. Efectivamente, Ollanta Humala ganó a Keiko Fujimori gracias, en buena parte, a la movilización masiva de grupos de jóvenes, de activistas de derechos humanos, de estudiantes, sindicalistas, y mujeres que recordaron qué significó el gobierno de Alberto Fujimori—y que un gobierno de su hija significaría un regreso a un pasado de corrupción masiva, denigración de las instituciones, y violaciones a los derechos humanos, que se superó con mucho esfuerzo y a costa de sangre. Jugó un papel importante el grupo No A Keiko, por ejemplo, que empezó hace dos años a organizarse para cuestionar el proyecto fujimorista que tenía como finalidad eligir a Keiko Fujimori a la presidencia para poder liberar a su padre, condenado por violaciones a los derechos humanos, corrrupcíon, y abuso de poder, para así dar nueva vida al proyecto fujimorista.

Pero no se puede ignorar el hecho que 48% de los electores votaron libremente por Keiko Fujimori. Era sabido que el fujimorismo tenía un núcleo duro—un 20 o 22%—que lo apoyaba casi incondicionalmente. A pesar de que Fujimori fugó del país para salvar su propio pellejo mientras su gobierno se tumbaba con las revelaciones de corrupción, extorsión, y otras perlas; a pesar de que Fujimori adoptó la nacionalidad japonesa para evitar ser extraditado; a pesar de que luego fue extraditado porque la Corte Suprema de otro país—Chile—consideró que había más que suficiente evidencia que ameritaba procesarlo por varios crímenes de corrupción, abuso de poder y violaciones a los derechos humanos; a pesar que fue procesado y condenado, por un tribunal reconocido nacional e internacionalmente como imparcial, a 25 años por ser autor mediato de los crímenes más atroces; a pesar de que admitió su culpa en los casos de corrupción, incluso el pago de $15 millones a su ex asesor Vladimiro Montesinos para que no hable, la compra de los medios de comunicación, el espionaje telefónico a la oposición, etc etc; y a pesar de que se hizo evidente que Keiko Fujimori, al rodearse con los viejos socios de su padre, hizo evidente de que sería poco más que el avatar de su padre: a pesar de todo eso 48% de los peruanos y peruanas votaron por Keiko Fujimori.

Esa realidad obliga una reflexión sobre la memoria en el Perú. Obliga a pensar qué hace posible que un séctor tan importante de la población podría votar libremente por una opción política con una historia tan nefasta. Se podría decir que han cambiado, que han reconocido sus errores, que han pedido perdón, que han prometido respetar las instituciones. Pero cuando Martha Chávez afirma que el juez César San Martin “debe rendir cuentas de sus actos” –en referencia a la sentencia que emitió en contra del Alberto Fujimori por violaciones a los derechos humanos, que según la Chávez, en contra de la opinión masivamente mayoritaría de juristas y especialistas legales nacionales e internacionles, no fue un juicio justo— tenemos un memorex instantáneo de lo que es el fujimorismo: un movimiento que no respeta la institucionalidad democrática sino la utiliza para adquirir el poder y utilizarlo en benficio propio.

Algunos han argumentado que el 25% del voto adicional que ganó Keiko Fujimori en la segunda vuelta era solamente gente que se preocupaba por sus bolsillos, que frente a la posibilidad de un gobierno de Ollanta Humala, optaron por Keiko Fujimori pero sin mucha convicción. Puede ser. Pero me parece que eso sería negar que estas personas también tienen memoria. Para ellos, tal vez, el fujimorismo no les parece tan malo como para otros. Se me viene a la mente comentarios de algunas personas cuando el juicio a Fujimori por violaciones a los derechos humanos se realizaba. “¿Por qué están juzgando a Fujimori, si él fue el mejor presidente que tuvimos en el Perú?” una vez me preguntó una mujer de unas 35 años, de clase acomodada. Le expliqué que no estaba siendo juzgado por lo bueno que podría haber hecho sino por hechos concretos que constituían crímenes: las masacres de Barrios Altos y La Cantuta, por ejemplo. “Pero,” me dijo, “eran terroristas. Se tenía que matar a todos así. Si no ¿dónde estaríamos?”

Esa señora tiene una memoria sobre el fujimorismo, una memoria que recoge el sentido común que fue construido durante el fujimorismo y sobre el cual he escrito anteriormente, según el cual Fujimori derrotó el terrorismo con una política de “mano dura” y que si eso significaba matar a algunos terroristas eso se justificaba porque era la única forma de hacerlo, y porque logró constuir la paz y la estabilidad. En esencia, el fin justifica los medios. Ese sentido común, que fue resforzado constantemente por los medios de comunicación—claro está, mucho de ellos comprados por el mismo régimen fujimorista—se ha convertido en una memoria colectiva aceptada por un sector importante de la población, como se ha visto claramente en este proceso electoral. Eso, a pesar del excelente trabajo de la Comisión de Verdad y Reconciliación; del proyectado Lugar de Memoria anteriormente liderado por Mario Vargas Llosa; y de la culminación exitosa de varios procesos judiciales que terminaron con condenas contundentes a perpetradores de violaciones a los derechos humanos, como el del mismo Fujimori, o el juicio que terminó de condenar en octubre del año pasado a 19 ex miembros de las fuerzas armadas por su participación (material e intelectual) en la masacre de Barrios Altos así como la desaparición del periodista Pedro Yauri y de los nueve campesinos de Santa.

Perdió el fujimorismo. Un sector pluralista, democrática, que trabaja a favor de los derechos humanos, y que cree en la justicia social, contribuyó a su derrota. Pero la memoria que hizo posible que Keiko Fujimori ganara 48% del voto sigue viva. Y no olvidemos, habrá un Congreso con un bloque de 37 miembros de Fuerza 2011. Puede ser que la derrota de Keiko Fujimori y por ende su plan de liberar a su verdadero líder Alberto Fujimori termine de tumbarlos como movimiento. Eso se verá. Pero sin duda, se seguirá librando más batallas de memoria en el Perú en los años que siguen.

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Este artículo fue publicado originalmente en NoticiasSER.pe el 8 de junio de 2011.

Gracias a Mauricio Delgado por permitir el uso de los imágenes de su proyecto Un día en la memoria.


Escrito por

Jo-Marie Burt @jomaburt

Politóloga por formación, activista de derechos humanos por vocación. Profesora en George Mason University y Senior Fellow de WOLA.


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